BAJO CERO

De montaña en montaña, como un sherpa desaguisado, no las veo me saludan, no las veo me ven. Semidesnudo observo como un camión militar se posa en un camino de fango con un quitanieves naranja, mala señal cuando la piel a pelo hace de cuero y el monte perdido allí abajo a unos quinientos pies, fue arrasado por unos domingueros en su picnic de cocinita de camping gas. No veo más que enterrarme en la tierra a medio metro pero caigo en la cuenta de que ya tendré tiempo de estar un metro y medio más bajo ella toda una eternidad. Sigo la ruta marcada a fuego en las líneas de mis manos, como si de un mapa a escala se tratase, me canse de tanto punto cardinal, de tanta atadura a la cordura, de los pasos siempre tan medidos y comedidos, de ser un borrego guiado por una manada de lobos, de la normalidad, la moralidad, el modelo de adiestramiento a tu sistema social, de lo que quieren llamar vivir tras el telón del sobre-vivir. Los grilletes atados a mis tobillos los corte hace ya años, y los cuentos no me los vendas, me los escribo yo. Cae la noche en la noche y decido sacrificarme en honor a todos los dioses, por si el que me dejara en la punta de la lengua fuese el verdadero, y metido en una cueva a unos cuantos grados por debajo del cero, me abandono en una meditación dedicada al Tíbet y su lucha. Sin saber como a la mañana sigo vivo me sacudo la escarcha de la cabeza y los hombros entumecido grito convencido como nunca antes:

Lo que no te mata te hace más fuerte.